martes, 22 de julio de 2014

“La estepa infinita”, de Esther Hautzig

     
Si te han gustado novelas como “El pijama a rayas” o el “Diario de Ana Frank”, aquí tienes otra sobre los padecimientos de una víctima inocente durante la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión, se trata de una niña polaca de Vilna, de casi once años, a la que el gobierno soviético deporta a Siberia junto con su familia por pertenecer a la clase de los adinerados. Allí permaneció hasta los dieciséis.
     La novela es testimonial (la autora nos la presenta como autobiográfica) y fue escrita veinte años después de terminada la guerra para revalidar la capacidad de sobreponerse a las mayores calamidades con optimismo . 
     Desde entonces, ha tenido mucho éxito en Europa y en América por la forma directa de contar las cosas y, probablemente también, por el buen humor que destilan las tremendas anécdotas que aparecen.  Aunque ha pasado mucho tiempo, conserva intacta la capacidad de conmover incluso a los lectores de hoy, mucho más curtidos que aquellos, después de haber conocido crueldades tan espeluznantes como las de las películas “El pianista” o “La lista de Schindler”.  
     Los valores que promueve son: el orgullo, la determinación, la importancia de mantenerse espabilado en un medio hostil, la familia, la religión, las amigas, los vecinos, la lectura, la lucha por el dinero, el cuidado de las apariencias, etc...
    Para averiguar el secreto de su éxito, fíjate en lo que no se dice. Porque este relato no solo te va a atrapar por las anécdotas, sino también (o sobre todo) por lo que les rodea y Esther no cuenta: ¿Cómo se sentirían sus padres?, ¿y su abuela?, ¿de qué hablaría con sus amigas en el colegio siberiano?, ¿y qué pensarían aquellos rusos que llevaban una vida tan dura?... Seguro que millones de lectores de diferentes épocas se han planteado las mismas o parecidas preguntas. A ver qué respuestas se te ocurren a ti. Feliz estancia en Siberia. Que te diviertas.
Miguel Martínez Renobales

lunes, 14 de julio de 2014

“Metamorfosis” o “La Metamorfosis” o “La transformación”, de Franz Kafka

     ¿Recuerdas esa imagen de un coloso sujetando el mundo entero sobre sus hombros o la de un solo individuo soportando el peso de otros muchos encima? Pues cambia al coloso por esta novela y a los demás por toda la literatura posterior y te podrás hacer una idea de la importancia de este relato. 
    Lo escribió un checo, judío y medio alemán, en 1915 y en Praga, que por aquel entonces era la gran capital de la Bohemia del imperio austrohúngaro. Como dentro de poco se va a celebrar el centenario de su aparición y estamos en tiempos de airear mucho las diferencias de aquella época con la nuestra, no te vendrá nada mal haberla leído para entender mejor el meollo de las esperanzas y las desilusiones de la mentalidad europea.  
    Es muy breve y, aunque te pueda parecer a simple vista que el pobre Gregorio no tiene mucho que ver con nosotros, sí que alberga una conexión (y muy fuerte) con el sentido del absurdo y la fatalidad con que nos hemos solido manejar en España, sobre todo en tiempos de crisis. Hay lectores que hasta se han reído con ella, pero en el fondo es una gran historia de compasión y generosidad, contada con una belleza extraordinaria. Tú déjate llevar por las tribulaciones de ese pobre oficinista, que una mañana se despierta convertido en un gran insecto, y verás cómo acabas compartiendo con él un rinconcito de tristeza en tu memoria. Extraña historia cuando apareció, pero piedra angular de la literatura universal. Una genialidad.
Miguel Martínez Renobales

viernes, 4 de julio de 2014

"El mundo de ayer", de Stefan Zweig

    Este verano estamos conmemorando el centenario de la Primera Guerra Mundial, el conflicto con el que se abrió la caja de Pandora en Europa y el ser humano arrinconó el ideal clásico de libertad hasta hoy. A cuenta de la conmemoración, habrás oído hablar de las diferencias entre aquella época y la actual y hasta seguro que has visto algún documental, en el que no era difícil fantasear con la imagen de un bisabuelo o un tatarabuelo tuyo por allí.  Si aquella gente hubiera conocido la capacidad de destrucción y exterminio que hemos sido capaces de desplegar después, habría enloquecido.
     De modo que muy pocos pensadores fueron conscientes de la brutalidad y el horror que se nos venía encima. Solo algunos, como Stefan Zweig, se sintieron obligados a dar testimonio de una civilización centroeuropea que sentían perdida desde la guerra anterior. Como buen judío vienés, conocía muy bien la riqueza espiritual de entonces y nos habló de ella con una admiración y un entusiasmo encomiables. Incluso si no eres muy amigo de nostalgias, este libro de memorias te va a gustar. Parece que te estuviera hablando a ti. Así que figúrate también cómo lo hace a tu padre, a tu abuelo,...
Miguel Martínez Renobales

martes, 1 de julio de 2014

“Intemperie”, de Jesús Carrasco y “La carretera”, de Cormac McCarthy


Aquí tienes dos novelas en las que no suceden demasiadas cosas, pero con las que vas a notar cómo te atrapan desde el principio. La primera es española, de autor joven y ambientada en la meseta más violenta e inhóspita de nuestros clásicos y la segunda, americana, de autor más que consagrado y localizada en un EEUU arrasado por una catástrofe nuclear. En las dos hay un adulto y un chico que, al borde de la desesperación, nos recuerdan lo que verdaderamente importa para sobrevivir cuando ya no hay piedad, cuando la humanidad no es de fiar y lo único que le queda al individuo es su dignidad.
   Hay muchas distancias entre las dos: espaciales, históricas, sociales, culturales,... pero ambas son igual de tremendas y te arrastran con la misma fuerza para saber más. El secreto, como siempre, está en los detalles. En los que aparecen y en los que adivinas. Como la vida misma, solo que "un poco a lo bestia", pero te gustará, te gustará.
Miguel Martínez Renobales